El hombre vino a ti, buscó
tus ojos,
entró en la realidad que
procedía
de su extraña silueta. Le
dejaste
acampar bajo un cielo
ocultamente tuyo,
mientras la muerte última
pasaba
por la puerta abatida
del corazón. El hombre vino
solo,
llegó a morar en ti, supo
llenarte
con ecos rescatados
de su voz, de su historia.
Otro horizonte ahora se
detiene
ante esa misma puerta,
oquedad de los tiempos,
creyendo definirte
la clara lejanía
que un hombre modeló con su
llamada.
(de TU LUMBRE AJENA, 2001)
Lienzo de Paul Delvaux
Una vez más vuelvo a tu poesía; me encanta la ilustración y las conexiones que establece con el poema.
ResponderEliminarUna vez más, acercarse a tu página es un disfrute. Gracias, María.
Traté de "traducir" ese cuadro de Delvaux poéticamente, no sé si lo conseguí del todo, pero al menos he logrado que guste a un gran poeta como tú.
EliminarBesos.
"...un cielo
ResponderEliminarocultamente tuyo". Tuyo, María. Nuestro porque tú nos lo cedes.
Toda la luz.
Para mí los hombres siempre tienen cielos ocultos, un terreno que, como mujer, me encanta descubrir. Más luz para ti.
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