-San Bernardo-
Tendía el arrabal su limpia estampa
de huertas y molinos
a los pies de la iglesia.
Andaba la ciudad
inmersa en horizontes suntuosos,
tras una advocación
de lealtades,
cuando a extramuros era
más cálido el sosiego,
más noble el agua de la Puentecilla.
No obstante, dominaba una silueta.
Aquella concordancia
entre linterna y cúpula,
altares y crucero,
irrumpía en el cielo cristalino
brindando sus medidas,
las únicas posibles de llamarse
capote de paseo.
Cuajaba el arrabal una leyenda.
(de LA LUZ NO USADA, 2010)
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