viernes, 2 de marzo de 2018




         FONTIVEROS

 
La corola del día
palidece en el fondo de los cerros. 

Quemo mi corazón como otra ofrenda. 

De una cruz de silencios se desclavan
mis sentidos. El ascua de la noche
ilumina otro cielo más remoto. 

Detrás del viento duermen
cenizas de palabras. 

¿Podría retornar hasta ese sueño
que aboca la ansiedad en realidades,
ya casi marchitando unas visiones,
corolas mustias, para abrir el día? 

Mas la tierra diáfana,
apagando sus propias luces, surca
el nítido horizonte. 

Aquí, sin huellas, todo me delata
esta sed convertida. Sólo busco
los cinéreos latidos que han quedado
sobre mi corazón, detrás del viento.


                                             (de AQUÍ QUEMA LA NIEBLA, 1986)

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