lunes, 11 de septiembre de 2017






























XXI. 

Todavía se cruzan los árboles frutales
con los pasos ya tristes de una niña que estaba
dirigiéndose a todas las tardes de su vida,
tardes interpretadas como un salmo de estío. 

La aromática luz de aquellos años
en la finca, su alberca con ribetes
de geranios e higueras, son precisos
para seguir creyendo en la inocencia. 

Ahora no es el tiempo lo que traza caminos,
ni siquiera esas tardes se han dado por perdidas.
Simplemente transcurre un séquito dorado
de remotos perales y melocotoneros,
un cielo compasivo donde el sol no se pone. 

Salmo de estío, voz irrepetible
modulada entre el pozo y su verdina,
hoy profundo silencio. Cuánto dieras
por oírlo otras tardes angustiosas,
aceptando un retorno allí donde la nada
cubre con su maleza lo que antes florecía,
las huellas sonrientes de una niña ya triste.


                                                                    (de OBOE D'AMORE, 2015)

Lienzo de Henry Tonks

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