LA VENTA
Fueron mil y una
tardes las que se convirtieron
en reuniones
abiertas o juegos vigilados,
tardes donde
yacían los aromas
envolventes del
bar o la cocina,
todo para que el
tiempo rubricase
las múltiples
ausencias sugiriendo otra carta.
Cada uno bebía
del amor más cercano,
infantil o
maduro, daba igual, mientras fuera
el mejor
alimento repartido,
la urgente
libación que sostenía
palabras,
desventuras y temores.
Tardes en la
terraza con semblantes risueños,
con rostros
maquillados de amistad decadente,
como
prolongación de lo servido
en bandejas de
paz sobre la mesa.
Todo para que el
tiempo te llevase
a aquella venta
próxima a la finca,
un lugar donde
sólo tu niñez
podía encontrar
sitio entre los invitados.
(de EL PRIMER REINO, 2015)
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