martes, 27 de octubre de 2015





                ABRIL
  

Un verdor transparente
reptaba por los ojos, anunciando
el cambio de estación más repentino.
Bordadas en albero
podían contemplarse las gotas de una lluvia
mañanera, calando con sus hilos de oro
el trasluz soleado de los cielos.
Después, cuando el crepúsculo
seducía a las torres albarranas,
abril quedaba solo
afilando su noche,
embozado de luna hasta que un vuelo
de alondras retiraba el atavío.
Una verdina lenta
iba hilando las horas, atrasándolas
desde su imperceptible lacería,
para que nada fuese más durable
que la estación de abril a su llegada.


                                                 (de DOS LENTAS SOLEDADES, 2002)


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