V I I I
A tu encuentro venían
los jilgueros del alba
con trinos afinados
en arpas de floresta.
Qué grácil tu figura
proclamando el rocío
sobre un vasto silencio
de luz ajardinada,
abriéndose a mis ojos
como otro vaticinio.
Y me quedé en las márgenes
del bosque inanimado
de mi vida, sabiendo
de mi vida, sabiendo
que allí te encontraría
más puro que las aves,
más áureo que los dioses,
más invicto que el cielo.
Más dolorosamente.
(de LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)
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