DARÍAS CUALQUIER COSA
por haberte quedado
en las puertas del templo,
por dirigir ahora tus errores
a un lugar más feliz, de donde
nunca
debieron evadirse.
Pero el miedo está al fondo,
recibiéndote a solas,
esperando que llegues
despacio, para luego
provocar tu insolencia,
tu rebeldía en torno a lo
vivido.
Darías cualquier lágrima
por nublarte los ojos,
mientras sales del templo
sin sombra que te oculte
este lugar al cielo condenado.
(de EL TEMPLO DEL ALBATROS, 2011)
Pintura de Pompeya
Sí, a veces daríamos cualquier cosa, cualquier lágrima, por cegarnos los ojos. Pero es mejor seguir, abrir las puertas y dejar que entre todo el paisaje. Y toda la luz, por supuesto.
ResponderEliminarUn abrazo, María.
En estos días de verano no hay más remedio que dejar entrar la luz, estemos donde estemos. Gracias, Ana, y otro abrazo muy fuerte para ti.
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