LA ENFERMEDAD
Cómo encontrar la puerta de las horas cerradas
mientras te sometía su oquedad angustiosa,
el reposo perenne del que fuiste saliendo
tras recibir la llave de una sana abertura.
No sabía la muerte si marchar o quedarse.
En tanto, los almendros figuraban la aurora
y el invierno yacía sobre su sola escarcha.
Cómo latir en nombre de lo desvanecido.
La vida, sin embargo, se adentró por tu cuerpo
y decidió que fuese más suyo cada día.
La vida inabarcable para ti, como el canto
del ruiseñor nocturno, de la grácil calandria.
Y con la primavera tú también floreciste,
agitando un pañuelo de aromas matinales
para darte otra vez tu propia cortesía.
Así supo la muerte que aún era muy pronto.
(de EL PRIMER REINO, 2015)
Lienzo de Carmen Jiménez
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