
JUDÁ HALEVÍ
Y suena tu dolor allá en el Tajo.
Y aroman tus estrofas
los viejos cigarrales.
Pero no reconocen que te has muerto.
Un verso peregrino
de los tuyos, esconde
la tarde amurallada que ceñía
sus dorados perfiles a la hora
del tránsito. Colmabas tu deseo
-la Ciudad Prometida
abandonó una lanza
sobre tu corazón- de abrir las puertas,
mas te esperó tan sólo aquella tarde
con la muerte colgada de sus muros.
Y confunden rumores
el río y las Siónidas.
Y por tu oscura casa
pululan, temblorosos, los candiles.
Y airean sus nostalgias sefarditas
los viejos cigarrales.
Pero no reconocen que te has muerto.
(de AQUÍ QUEMA LA NIEBLA, 1986)
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