martes, 22 de mayo de 2018

            

           SEDA  VIOLETA


Los cristales bordados por la lluvia
eran un cielo más,
sanguíneo llanto
de febril insistencia.
El espejo torcía cada sombra
filtrándole los oros
que la tarde añoraba,
luciente en su blandura mortecina.
Y apareciste allí
como seda violeta
para manos lejanas, unas manos
difíciles de atar,
siempre surgiendo
de entre los brotes tibios de tu carne.
El espejo fingía
reflejarte desnuda, luminosa,
como si nunca hubieses padecido
la lividez sin tiempo de un amante.


                                                           (de VOZ MEDIANTE, 2006)


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