EN
EL ESPACIO DEL TEMBLOR, SI CABE
algo
que no sea mío, se refugia
la
blanca aparición de un rostro ajeno
semejante
al lucero que soñaba.
Me
levanto a deshora, doy de bruces
con
la pared de enfrente. Sólo brillan
los
recodos del aire, ya vacíos
ante
la ausencia más mortal, si cabe
algo
que no sea al fin mi desconsuelo.
(de DOMUS AUREA, 1999)
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