sábado, 19 de marzo de 2016


   


VERANO, POR FIJAR ALGÚN EXTREMO,
no parecía entonces el abismo
de la luz invasora.
Simplemente era fasto de unas llamas
que orlaban los geranios carmesíes,
la higuera vespertina
y el lento deambular de las palabras.
Aunque ya el corazón es otro, debe
su calidez frondosa
a aquella soledad amarillenta
del fruto recogido,
a las horas tempranas
en donde un rayo hilaba profecías
sobre aciertos y errores.
Verano, dicho de distinta forma,
rehacía a su imagen y esperanza
el corazón que nunca, desgranado,
pudo encenderse solo.


                                          (de MÍNIMO SOL DE INVIERNO, 2006)

Lienzo de Jesús Fernández

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