viernes, 24 de octubre de 2014


     


                             PLAZA  DE  REFINADORES


Era lo recoleto de la plaza,
su verdor apacible,
la grata amarillez de las mahonias...
Era la estatua de Don Juan, retando
mi adolescencia, el paso de la brisa
convertida en palabras
de amor, para una tarde
seducida en recónditas tibiezas... 

La plaza estaba sola casi siempre.
Recuerdo que Tenorio
abría interrogantes en mi mundo
apenas descubierto, que me hacía
dudar si por las noches
abandonaba el pedestal, cruzando
perfumadas callejas
de Santa Cruz, si acaso llegaría
a la hostería del Laurel... Qué sueños
volaban por allí desde mis ojos. 

Sin embargo, yo estaba
segura de la brisa
de amor diseminada, de donjuanes
que habrían de llegar,
de que Refinadores era sólo
un verdor apacible, un recoleto
rincón para el espíritu.


                                               (de JARDINES DE MURILLO, 1989)

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