FONTIVEROS
La
corola del día
palidece
en el fondo de los cerros.
Quemo
mi corazón como otra ofrenda.
De
una cruz de silencios se desclavan
mis
sentidos. El ascua de la noche
ilumina
otro cielo más remoto.
Detrás
del viento duermen
cenizas
de palabras.
¿Podría
retornar hasta ese sueño
que
aboca la ansiedad en realidades,
ya
casi marchitando unas visiones,
corolas
mustias, para abrir el día?
Mas
la tierra diáfana,
apagando
sus propias luces, surca
el
nítido horizonte.
Aquí,
sin huellas, todo me delata
esta
sed convertida. Sólo busco
los
cinéreos latidos que han quedado
sobre
mi corazón, detrás del viento.
(de AQUÍ QUEMA LA NIEBLA, 1986)
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