CIUDAD
DE LOS ESPEJOS
Te
miro contemplándome,
ciudad
de las estatuas y los vértices
oscuros,
de las calles
ovaladas
en torno a mi presencia,
y
te miro sabiendo
que
soy yo quien transcurre
más
que nunca a tu lado,
que
encuentro mis reflejos
un
tanto envejecidos
al
compararlos siempre
con
los tuyos, brillantes
como
alas de una frágil primavera.
Qué
de horas sabiéndote
perdida
en mi mirada,
qué
de remordimientos
por
no buscar el tiempo de un rescoldo
al
paso de tus cálidas plazuelas,
dejando
que agonicen
nuestras
entrañas ígneas.
Te
miro y me posees,
ciudad
de los espejos y las aguas
marchitas,
de las torres otoñales,
y
te miro implorando
tu
paz y tu silencio,
pidiendo
tus olvidos
amorosos
y dulces,
por
reflejarlos sólo
en
mis palabras tuyas, en mis días.
(de PASEO DE LOS MAGNOLIOS, 1995)
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