domingo, 13 de enero de 2013


 


             X

Una noche templada
de magnolios, tu aliento
se cobijó en el mío
sin apenas liturgia.
Hasta entonces no supe
amar por vez primera
el aroma candente
de tus pétalos, nunca
se envolvió mi desnudo
mejor que con el lino
que le configuraban
tus brazos de amatista.
Afuera, los magnolios
velaron y creyeron.
Hasta entonces no supe
amar de otra manera,
inmolarme en la noche
sagrada de mi vida.


                                              (de LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)

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