Mi abuelo era de Soria. Como muchos
paisanos, un buen día
abandonó su tierra,
y se volvió del sur, tanto que quiso
poner la tienda frente a los Jardines
de Murillo. Los tiempos eran otros.
Yo no tardé en saber de ultramarinos,
de ferias, de ornamentos navideños
en los escaparates,
de tardes de verano y marquesina.
se adentraba en la tienda. Disfrutábamos
de un paisaje interior de estanterías,
y eran las primaveras, los otoños,
mucho más nuestros, siempre
con reflejos distintos.
La tienda fue testigo
de alguna noche triste, como aquella
de la riada última,
cuando apilamos sacos
por si llegaba el agua, que se oía
muy cerca, en San Bernardo.
Yo no tardé en saber que, lentamente,
el tiempo conquistaba
la luz, la tienda y tantas estaciones
como hicieron presente nuestra ausencia.
(de JARDINES DE MURILLO, 1989)
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