jueves, 31 de mayo de 2018

















           LA GUARDIA

 
Era aquella garúa,
salpicando el rubor de las hortensias,
lo que hizo que mi cuerpo despertara
ávido de dulzuras. Lentamente
la mañana
supo de mí, rompióse
en mil espejos íntimos
para mirarme al fondo de sus grises. 

Entonces ya no era
claror, sino espesura,
griterío lluvioso
cayendo en los tejados. 

Luego todo volvía a su refugio:
la hortensia goteando,
la espadaña silente,
el vacío dejado por las sombras… 

Ávida de dulzuras,
pasaba la mañana por el pueblo.


                                                        (de AQUÍ QUEMA LA NIEBLA, 1986)

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