viernes, 24 de noviembre de 2017




DULCE DIOS DE LA AMARGURA

 
Pobre del corazón que no haya sido
confortado por una brisa fresca
en medio de sus íntimos desiertos,
a través de un verano. Pobre y triste
del corazón que, ingrávido, padece
la esperanza de anclarse en lo más hondo
de su pura ansiedad, oh triste y dulce
corazón detenido, consagrado
en el ara invisible de otro cuerpo
donde le niegan culto. Dulce y solo,
como un dios que camina por sí mismo,
aparentando amar, aparentando
vivir de la apariencia. Solo, dócil
corazón sin un nombre que le siga,
que le preste latidos o le encienda
alguna llama para el sacrificio
donde celebrará su pobre muerte.


                                                       (de A CIERTA ALTURA, 1998)

Lienzo de Ruzena Pavlikova

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