sábado, 24 de junio de 2017






























       SANTO PATRIMONIO
 

Cuando el jefe regresa del despacho,
la casa está vacía.  

Contempla en el espejo
su rostro envejecido
por las miles de horas que le cuesta
mantenerse en el cargo.  

Su mujer aún no ha vuelto de las compras,
ella sólo trabaja
con tarjetas de crédito,
pues el jefe permite
que gaste su salario
para que tenga alta la autoestima
y le deje tranquilo.  

Y aunque se reconoce
rehén de los pucheros
y de la ropa limpia,
lo que no haría nunca
es tener que firmar una sentencia
que divida su santo patrimonio.


                                                 (de GALERÍA DE INSOMNES, 2016)

Lienzo de Francis Bacon

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