SANTO
PATRIMONIO
Cuando
el jefe regresa del despacho,
la
casa está vacía.
Contempla
en el espejo
su
rostro envejecido
por
las miles de horas que le cuesta
mantenerse
en el cargo.
Su
mujer aún no ha vuelto de las compras,
ella
sólo trabaja
con
tarjetas de crédito,
pues
el jefe permite
que
gaste su salario
para
que tenga alta la autoestima
y le
deje tranquilo.
Y
aunque se reconoce
rehén
de los pucheros
y de
la ropa limpia,
lo
que no haría nunca
es
tener que firmar una sentencia
que
divida su santo patrimonio.
(de GALERÍA DE INSOMNES, 2016)
Lienzo de Francis Bacon
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