miércoles, 22 de febrero de 2017





            XI

Nada era tan bello
como tus manos. Nada.
Firmemente vencidas
sobre mi cuerpo en sombras,
deshacían relieves,
alisaban laderas
que jamás invocaron
su erosión repentina.
Nada era tan sublime
como el descendimiento
de tus manos fluviales
por el caz que me abrían
salvando la angostura,
sin errar en el gozo.
Entonces sólo tuve
conciencia de tus manos,
aunque nada fue eterno
y mi cuerpo anhelara
poseerlas del todo,
fielmente fugitivas.


                                                 (de LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)


Lienzo de Jack Vettriano

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