martes, 31 de enero de 2017




 PASEO  CATALINA  DE  RIBERA

 
En el brocal labrado
de la fuente marmórea y en la efigie
de doña Catalina de Ribera
había soledad. Todo el paseo
era un espejo para mí, presagio
de tiempos inefables que vendrían
a enmarcar, como a aquella dama triste
en su portada dórica, mis ojos
y mis días de niebla. 

Eran las hornacinas figuradas
vivo color de lo marchito. El aire
yacía sobre mí. Era mi cuerpo
un turbión detenido,
con la sangre estancada
igual que el agua de la fuente. Luego
notaba que mi rostro
se iba desvaneciendo, que se abrían
grietas por todas partes... 

El antiguo Paseo de los Lutos
era un espejo para mí, presagio
de tanta soledad como vendría
a enmarcar, dama triste,
mis ojos y mi niebla.


                                                   (de JARDINES DE MURILLO, 1989)

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