miércoles, 11 de enero de 2017


       


                                                           IV


                                   Tu llegada detuvo el vuelo de las aves,
el curso de unas horas que sólo en mí existían.
Yo esperaba la muerte de mi muerte diaria,
y nada más. Afuera, los jardines se abrieron
de luna en luna, como tus brazos presentidos.
Yo temía el silencio de lo transfigurado. 

Apenas regresaste, mis estigmas ocultos
fueron cauce de ámbar, de indómita turgencia
para tus manos mías, para mi boca tuya.
Yo respiraba angustia cuando te respiraba. 

Y nada más. Afuera, los jardines sitiaron
el alba macilenta con sus ígneas corolas.
Tu llegada no pudo demorar lo terrible
ni alumbrar esta ciega voluntad de perderte.


                                                             (de LANCE SONORO, 2007)

Lienzo de Judith Kusel

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