miércoles, 2 de noviembre de 2016




LA SOLEDAD ABRÍA LA CANCELA.
Pisaba entonces, negro penitente,
las losetas de barro, convirtiendo
cada estancia en el eco de su nombre.
Unas alas brotaron, repentinas,
desde un rincón oscuro del retablo.
La soledad cubrióse de tinieblas
a la hora de vísperas. Sonaban,
túnica y antifaz, sus pasos hondos
por el barro que en mí reconocía.


                                                          (de DOMUS AUREA, 1999)

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