martes, 4 de octubre de 2016




                                     -Monasterio de San Clemente-

 
Junto al río, los verdes
de Bib-Ragel se ensartan
en la espadaña, orla de brocado
para un solar que rige sus labores.
Temprano aún,
las hebras de rocío
atraviesan el claustro, se acomodan
sobre paños y ménsulas,
hasta que unas tinajas
las enfilan al hueco de su barro.
Tarde ya, sin señales
de cuanto va calando los jardines,
una capa de estrellas
emboza el monasterio,
declama al natural todo sigilo
como una letanía lauretana.
Entre las aguas dulces,
hay algunas que hilvanan sus reflejos
a celestes palacios abadíes.


                                                     (de LA LUZ NO USADA, 2010)

2 comentarios:

  1. Hay sitios habitables que dejan en su silencio un poco de poesía, ese rumor que encierra la palabra en el tiempo. Así me sucede siempre con los claustros, María, tal vez porque pasé tantos años paseando a solas en el claustro del moonasterio de Santo Tomás en Ávila. Un abrazo cordial y enhorabuena por tu poema.

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    1. Qué te voy a contar yo entonces sobre los claustros... Tus inteligentes observaciones y tu sensibilidad dan muestras no sólo de sabiduría poética sino también artística. Gracias por compartir este poema y un abrazo.

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