EL BRASERO
Del invierno
surgían especiados aromas,
como aquel del
brasero, tenaz y diferente
a cuantos se
cruzaban con el frío.
Su humilde
calidez fue otro mobiliario,
otra decoración
de rojos y volutas
para sobrevivir
a fuego lento.
Muy pronto
comprendiste que tu convalecencia
dependía en gran
parte de una lumbre perenne,
de la templada
atmósfera nativa.
Así, cada mañana
tuvo hogar en tu lecho,
avivó los
rescoldos con que te iluminaste,
abrigando
futuros ateridos.
Y cada día quiso
permanecer en ascuas,
amigo
incandescente para quemar las horas
más largas de tu
breve realidad.
Porque solo el
brasero te conmovía, simple
definición de
todo lo que necesitabas
en un pequeño
cuarto, también hoy.
(de EL PRIMER REINO, 2015)
Magnífico, María. Y ¡qué ganas de brasero!
ResponderEliminarUn abrazo
Eduardo
Hola Eduardo, hoy pensé en solidarizarme con el calor reinante, fíjate... Pura casualidad.
EliminarGracias por tu visita y un abrazo.