jueves, 7 de julio de 2016


     


                                                      I

 
Tu cuerpo vespertino se perdía
por las callejas malvas, sin amparo,
renovando sus últimas promesas
para no regresar, para fugarse
entre brumas hurtadas al olvido. 

Sabías que un epílogo velado
conservaba las llaves de la dicha,
aquel sigilo hondo e inconsciente
donde se encarcelaron sus palabras. 

Sólo tu cuerpo abría su infinito
a causa de una pírrica victoria
sobre la libertad que le asediaba.
Y sólo te empeñaste en ir muriendo
como siempre, bebiéndote la tarde
por sus callejas malvas, con el gozo
de no rendir tu cuerpo desangrado.


                                                        (de LANCE SONORO, 2007)



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