viernes, 27 de mayo de 2016
















                 








   




                                                 PADUA

 
Entonces advertías que la lluvia
buscaba la paleta de Giotto
para tomar color, y no fue en vano.
Llegaste a presenciar un espejismo
sigiloso de frescos
sin antes ni después,
la capilla Scrovegni
incrustada en la piel de la belleza.
Sobre el gris matutino,
la ciudad se imponía, desvelaba
sus auténticos tonos seculares,
y tú la descorrías lentamente
con un pudor cercano a lo difuso.
Entonces comprendiste
que Padua terminaba en el principio
de todos los reflejos,
liviana entre sus bronces,
aparecida al alba fervorosa
del pincel de Giotto, mientras iba
dibujando tu adiós lluviosamente.


                                                      (de TU LUMBRE AJENA, 2001)

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