domingo, 6 de marzo de 2016





           CENOBIO

 
Estaba la tormenta
-silense, silenciosa, Silos, siglos-
a punto de entonar su cercanía
por el valle.
Y el monje
que cosía aquel libro
-primeriza visión a mi llegada-
silense,
me indicaba el camino hasta una época
de matraces, morteros y alambiques,
-farmacopea a solas con el tiempo-
silenciosa.
Estaba la tormenta
declamando sus grises por el claustro,
y toda mi tristeza
contemplativa hallaba su refugio
en el ígneo ciprés;
Silos,
y el viento
pretendía elevar los capiteles
más allá de la piedra.
Comenzaba a llover
por todas partes, sobre
la primavera,
siglos
de lluvia sobre cánticos,
sobre mí, sobre el valle
que dejaba detrás, sobre la historia.


                                                 (de CONTEMPLACIONES, 1988)

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