viernes, 27 de noviembre de 2015





              V

  
Parecías de fuego.
Las orlas carmesíes
de los gladiolos daban
cobijo a tu presencia
irreal y adorable.
Enmudecieron todos
los crepúsculos míos,
las antiguas aceras
que aún reconocían
mi paso diligente.
Descendías del fuego.
El jardín avivaba
un ardor impaciente
por prender tu figura,
mostrándola a mis ojos
con ígnea sutileza.
Las orlas carmesíes
cercaron mi delirio.
Tú eras aquel fuego
que no quise apagarme.


                (de LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)
 

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