jueves, 17 de septiembre de 2015





                                          -Convento de Santa Paula-
  

Un claror ambarino
descendía al templado refectorio,
junto a los bodegones que formaban
su sagrada familia.
Ana de Santillán tuvo carácter
para encontrar la tierra
donde darse una muerte
poco profunda,
sólo lapidaria,
aunque hurtase nobleza del conjunto
que ataviaba sus restos.
Una orden jerónima,
el tímpano del arco, siempre en clave
blanca, azul y amarilla,
la doble galería porticada,
ofrecían su paz
como jazmines
en una ceremonia de abandono
a aquella perfección de la clausura.


                                                          (de LA LUZ NO USADA, 2010)


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