lunes, 27 de abril de 2015





                      II


El amor lleva cíngulo de adioses,
se viste de fronteras, luce escarcha,
va tocado con nubes cenicientas.
Ahora digo que un día
me ciñó su ropaje
como oculto cilicio,
habitando mis poros
su lava permanente.
Soy estatua sin él, impío mármol
en donde la hojarasca se refugia,
caótico deseo para algunos
cuya insistencia me solidifica.
Y digo que una noche
cubrió mi desnudez
su túnica de llamas,
extático suplicio
con el que ya me había
disfrazado la muerte.


                                                 (de RETABLO DE CENIZAS, 2011)

2 comentarios:

  1. Todavía con las imágenes del volcán chileno en la retina, tu poema, lleno de imágenes deslumbrantes, me parece oportuna actualidad; la lava se hace lenguaje personal y directo. Un fuerte abrazo.

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    1. Gracias, José Luis, es pura coincidencia con lo del volcán chileno, aunque me alegro de ella. Como esa lava, nuestro lenguaje es instante y eternidad a la vez. Abrazos.

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