XVII
Oh cisne mío, nunca
dejé de acariciarte
ni con el pensamiento.
Dispuse a tu llegada
un lecho de nenúfares
para alfombrar el rito
de convertirme en Leda,
por disipar la línea
tenebrosa del mundo.
Tus alas devolvieron
la luz a los estanques
y el temblor a las pérgolas,
mientras vaticinaban
una cruel lejanía.
Oh cisne peregrino,
nunca supe albergarte
más adentro. Qué larga
cautividad supuso
huir de tu hermosura.
(de LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)
Lienzo de Johann Hoffman
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