lunes, 12 de mayo de 2014




       LA  LUZ  NO  USADA

 
Quién podría encenderla
con esta luz no usada,
ciudad tan inviolable como el templo
de su delectación, zafiro magno.
Ninguna primavera
supo abrirse lejana, ruborosa
entre los alminares,
si no fue bendecida
por un rito de esencias
que oficiaron los siglos en su búsqueda. 

Transcurrieron las noches
al compás de lo eterno,
mientras los brotes iban apuntando
hacia cales sagradas,
angosturas sin fin que desprendían
un plateado silencio
sobre el mítico helor
con que bruñeron cada madrugada.
Amaneció temprano,
antes de que los trinos confundiesen
al coro de las hojas,
tras un lento bautismo de resina
allende los engarces arbolados.
Bastaba simplemente
descorrer las tinieblas
y entonar el azul, cántico solo
entre tanto avatar de mansedumbre,
sacrificio rasgado
como un velo de rara turmalina. 

Con esta luz no usada,
quién no se contendría
en su cáliz alzado,
clavel maravilloso del misterio,
fuente donde rebosan
espumas de azahares,
ciudad tan consagrada
como una primavera de rubíes
en suave floración, caz oloroso
que sangraron los tiempos en su hallazgo.


                                                           (de LA LUZ NO USADA, 2010)

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