sábado, 3 de mayo de 2014

 















                                             ITALICA

 
Una mirada más a los cipreses
en el atardecer, y Marcus Ulpius
Traianus se despide,
con la cruel sensación de que sus ojos
no volverán a ser ya los de antes,
de aquel cerro dormido
entre tibias penumbras.
No volverán, ni él ni su silencio
retador como el mármol,
a cruzar por las calles porticadas
cuando un sol ribereño favorezca
el reflejo del magno caserío.
Marcus Ulpius Traianus
se tiene que marchar, pero no sabe
hacerlo en esta hora del cielo enrojecido
sobre el anfiteatro,
prolongando el dulzor de su agonía.
Al fin, todo se aleja
con él por la calzada: los alfares,
el trigo y el aceite, el río marinero
y una sola tristeza que mantiene
los cipreses en alto.


                                                     (de DOS LENTAS SOLEDADES, 2002)

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