ENCANTOS DEL
VIERNES SANTO,
de Richard Wagner
Hay días que, no bien han
sucedido,
vuelven sin avisar, como una
lluvia
de primavera, palio de
azahares.
Tiendes las manos, tocas
cuanto quisiste amar y te
negaron
las espinas de siempre,
confiadas
al manto de las rosas.
Es tiempo de sangrar por
muchas tardes
de las que aún reservan su
martirio,
lavas ungidas hasta ser de
cera.
Abres los brazos, buscas
el gozo de entregarte y
padecerlo
hasta el fin de tus senos,
apurándolo
mientras exista un cáliz.
Hay días que, al margen de
la muerte,
se adentran sin llamar, como
una lanza
florecida de súbito en el
aire.
Todo se ha consumado, nada
es tuyo
excepto el corazón, que
sigue ardiendo
en su incensario oculto e
inmutable.
(de TU LUMBRE AJENA, 2001)
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