V I
Un adagio de fondo
imitaba tus ecos
por el tiempo perdido
de la melancolía.
Nunca debí cederle
mis alas a la música,
ni cruzar sin rodeos
una tierra de nadie
para oír la palabra
de amor definitiva.
Era sólo un adagio
cuyas notas fingieron
el jazmín quebradizo
de tus labios a oscuras,
un límite pautado,
vocal, como sentencia
que me desconcertaba.
Nunca debí prestarle
mis alas al silencio.
(de LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)
Foto de Joy Goldkind
Vuelvo a tu poesía una vez más; ya sabes el desconcierto continuo de lo cotidiano y la falta de tiempo para seguir la senda del poema a diario. Pero hoy lo hago con el mismo placer que siempre; es verdad que el silencio copa cada palabra y cada pensamiento. Tu excelente poema también. Abrazos, María.
ResponderEliminarTienes razón, lo cotidiano y, sobre todo, lo doméstico, casi terminan con nuestro día entero. Menos mal que el tiempo del corazón y de la amistad va por otro camino, sin relojes ni metros, por eso nos entendemos siempre, sobre todo en la poesía. Gracias y otro abrazo.
Eliminaruna belleza, beso
ResponderEliminarGracias, amiga, saludos.
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