martes, 22 de octubre de 2013


      


             V I

 
Un adagio de fondo
imitaba tus ecos
por el tiempo perdido
de la melancolía.
Nunca debí cederle
mis alas a la música,
ni cruzar sin rodeos
una tierra de nadie
para oír la palabra
de amor definitiva.
Era sólo un adagio
cuyas notas fingieron
el jazmín quebradizo
de tus labios a oscuras,
un límite pautado,
vocal, como sentencia
que me desconcertaba.
Nunca debí prestarle
mis alas al silencio.


                                                      (de LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)

Foto de Joy Goldkind

4 comentarios:

  1. Vuelvo a tu poesía una vez más; ya sabes el desconcierto continuo de lo cotidiano y la falta de tiempo para seguir la senda del poema a diario. Pero hoy lo hago con el mismo placer que siempre; es verdad que el silencio copa cada palabra y cada pensamiento. Tu excelente poema también. Abrazos, María.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón, lo cotidiano y, sobre todo, lo doméstico, casi terminan con nuestro día entero. Menos mal que el tiempo del corazón y de la amistad va por otro camino, sin relojes ni metros, por eso nos entendemos siempre, sobre todo en la poesía. Gracias y otro abrazo.

      Eliminar