PALACIO DÁVILA
Donde una puerta se
cierra, otra se abre.
Mírame a tiempo, sol, desde
tus leves
apariciones, antes de que el
frío
desdibuje un temblor en mi
costado.
Estos ojos sitúan
cada siglo entre rayos
vertiginosos. Estas
manos rinden roeles
a la mesura. Mi latido yerto
gravita alrededor. La puerta
busca
algún rincón de nieve
abandonado,
un viejo aldabonazo que
responda
por ella. Y es unánime el
deseo
de los vientos presentes, al
hallarse
prisioneros en gélidas
palabras,
de alcanzar otro umbral.
Arrepentido
está ese sol mirándome;
quisiera
descender hasta el fondo de
mis sombras,
palpar la lejanía que
oscurece
una ancestral mirada de
blancura.
Pero el recuerdo viene,
atemperado
por siluetas violáceas, a
encubrirme.
(de AQUÍ QUEMA LA NIEBLA, 1986)
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