lunes, 14 de octubre de 2013


               


   NADA  PARECE  PERDIDO

 
La soledad enturbia la mirada
de quien dirige cada amanecer
sus ojos al desierto,
negando la penumbra transcurrida.
Y crece el día, crece
un rayo cenital sobre la arena,
mientras en otro yermo
se levanta la cruz del solitario.
Es mejor ignorarse por costumbre;
huir de la evidencia, si el miedo no la oculta.
Pero mejor aún es el convencimiento
de que nada parece perdido en un oasis.
Llega la noche, llega
la verdad del amor y su fragancia
desnuda, con la muerte,
cuando ya no hace falta compañía.
La soledad aclara los momentos
de quien sabe mirarse a cualquier hora
y en cualquier agua, siempre
más cerca de la luz que de sí mismo.


                                                       (de DOS LENTAS SOLEDADES, 2002)

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