NADA
PARECE PERDIDO
La
soledad enturbia la mirada
de
quien dirige cada amanecer
sus
ojos al desierto,
negando
la penumbra transcurrida.
Y
crece el día, crece
un
rayo cenital sobre la arena,
mientras
en otro yermo
se
levanta la cruz del solitario.
Es
mejor ignorarse por costumbre;
huir
de la evidencia, si el miedo no la oculta.
Pero
mejor aún es el convencimiento
de
que nada parece perdido en un oasis.
Llega
la noche, llega
la
verdad del amor y su fragancia
desnuda,
con la muerte,
cuando
ya no hace falta compañía.
La
soledad aclara los momentos
de
quien sabe mirarse a cualquier hora
y
en cualquier agua, siempre
más
cerca de la luz que de sí mismo.
(de DOS LENTAS SOLEDADES, 2002)
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