Los árboles entonan su
nostalgia
al compás de la brisa,
mientras Gustavo Adolfo se
pregunta
por qué marchar, si nadie,
excepto aquellos muros, le
reclama.
Armonía y retiro son
sagrados
para él, de manera
que todo justifica lo
dudable.
Sin embargo, alguna vez
recibe
noticias de ese mundo que dejara
en manos de escritores
alumbrados
por su propia ambición. Él
goza solo,
camina hasta el crucero,
quedándose la vida
a la distancia fría que
merece.
La historia añade cartas desde entonces,
y el monasterio muda
cada noche su piedra
envejecida,
dejando al descubierto
unos pasos de luna por el
claustro.
(de TU LUMBRE AJENA, 2001)
"Unos pasos de luna por el claustro". Maravilloso verso, María, que culmina tu emotivo homenaje a un poeta universal, al que me adhiero desde Rivas. Abrazos.
ResponderEliminarGracias, José Luis, Bécquer es uno de mis referentes iniciales, no podía dejar de escribirle...
EliminarAbrazos.
"Todo justifica lo dudable". Apenas un esbozo, pero absolutamente herido. Esa es tu luz, María.
ResponderEliminarMi abrazo.
Mi luz es aquí el reflejo de un poeta sevillano, nada más.
EliminarUn beso y gracias.
Es una delicia leerla cada día. Mis largos años de vivencias en la calle Conde de Ybarra (vulgo Condibarra) me hacen sentirme complice de sus evocaciones de los Jardines de Murillo. Allí trasncurrieron mis juegos infantiles y mis primeros amores juveniles. Gracias por regalarnos tan amabemente su talento. Saludos
ResponderEliminarHola, Juan Luis, muchas gracias por tan generoso comentario, pues quienes hemos respirado los aromas de los Jardines o calles como la que cita, quizá estábamos predispuestos para la poesía. Y gracias también por ser tan fiel lector. Saludos cordiales.
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