PASEO
DE LOS MAGNOLIOS
Nunca
se sabe dónde está el silencio
mejor
guardado: si en el alma, inquieta
por
desplegar al día su esperanza,
o
en el cuerpo, cegado de caricias
una
noche sin fin y sin principio.
Pero
hay otro silencio que conoce
quien
elige su amor a ciencia cierta,
y
se desprende ya de todo aquello
que
le es extraño, de lo más durable.
Dialogar
con la vida sólo sirve
para
oír las palabras dolorosas
que,
envueltas en un viento de ternura,
llegan
a desnudar aquellas ramas
que
nunca conocieron el otoño.
Por
eso, este paseo
de
los magnolios tiene
un
eco enamorado,
arrulla
las pisadas
de
un sol de primavera,
apenas
desprendidas
de
la nieve del tiempo.
Anidan
en su nombre
una
brisa y un pájaro,
unos
pétalos tibios
y
el recuerdo sublime
de
las cosas presentes.
Ya
nada volverá a ser como antes.
El
paisaje más largo de la vida
termina
cada noche, y aparece
cuando
menos se espera, como el alba.
Por
eso, este secreto de sus manos,
de
sus ojos guardados en los míos,
sobrevuela
el paseo. Quien decide
amar
aquí, no encuentra las palabras
para
poner el punto
final
a su silencio.
(de PASEO DE LOS MAGNOLIOS, 1995)
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