miércoles, 3 de julio de 2013


              


  PASEO DE LOS MAGNOLIOS
 

Nunca se sabe dónde está el silencio
mejor guardado: si en el alma, inquieta
por desplegar al día su esperanza,
o en el cuerpo, cegado de caricias
una noche sin fin y sin principio. 

Pero hay otro silencio que conoce
quien elige su amor a ciencia cierta,
y se desprende ya de todo aquello
que le es extraño, de lo más durable. 

Dialogar con la vida sólo sirve
para oír las palabras dolorosas
que, envueltas en un viento de ternura,
llegan a desnudar aquellas ramas
que nunca conocieron el otoño. 

Por eso, este paseo
de los magnolios tiene
un eco enamorado,
arrulla las pisadas
de un sol de primavera,
apenas desprendidas
de la nieve del tiempo.
Anidan en su nombre
una brisa y un pájaro,
unos pétalos tibios
y el recuerdo sublime
de las cosas presentes. 

Ya nada volverá a ser como antes.
El paisaje más largo de la vida
termina cada noche, y aparece
cuando menos se espera, como el alba.
Por eso, este secreto de sus manos,
de sus ojos guardados en los míos,
sobrevuela el paseo. Quien decide
amar aquí, no encuentra las palabras
para poner el punto
final a su silencio.


                                                 (de PASEO DE LOS MAGNOLIOS, 1995)

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