jueves, 13 de junio de 2013


         


       CUENTA  ATRÁS
 

Se tenía que ir.
La voz helada,
un gesto rutinario,
el último temor de alguna huella...
Era la voz sin rostro
de tantos hombres ciertos, un anuncio
de pulcritud distante,
todo lo que quedaba
tras el cristal opaco donde hundía
su aliento la amargura.
Debía convencer,
nada es eterno.
Los hilos que movió se devanaron
tras la frágil urdimbre
de un encuentro
carente de recinto, día y hora,
como si nunca hubiera sucedido.
Y tuvo que escapar
por encima del eco
donde reconoció su propio nombre,
un nombre de mujer
acaso escrito
sobre el cristal nublado, ya borroso,
con la gélida voz de la rutina.


                                                         (de VOZ MEDIANTE, 2006)

Lienzo de James Hart Dyke

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