Un lucero llegaba cada tarde
confiándonos
su luz, dándonos nuevas
de
un viejo itinerario
del
Oriente y su estrella.
Precursor
de unos brillos
que
traspasaban nieblas,
sabía
de las ansias
hasta
el cinco de enero, sin espera,
antesala
de sueños escondidos
durante
el año. Como niña eterna,
la
tarde encandecía los Jardines
desplegando
al ocaso su arboleda.
Pasaban
las carrozas.
Vuelo
de serpentinas mensajeras
coloreando
el aire, caramelos
desde
una realeza
elevada
sobre la algarabía
para
tan dulce ofrenda.
Hay
noches en que un sueño se convierte
en
el lucero aquél de la inocencia
como
otra realidad; hay tantas noches
que
miran al Oriente y a su senda
para
hallar una luz... Enero sigue
confiándonos
la dicha verdadera.
(del PREGÓN DE LA CABALGATA DE REYES MAGOS
DEL ATENEO DE SEVILLA, 2002)
DEL ATENEO DE SEVILLA, 2002)
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