CEMENTERIO
Último día, viejo caminante,
que afianza mi ser a su
medida,
desfigurando rostros de lo
antiguo,
deteniendo jornadas
a las puertas de tantas
estaciones.
Última voz, truncada por el
eco
que estremece mi cuerpo tras
la lenta
nieve que lo recita. Puedo
irme
diluyendo en sus copos,
indolente,
y ser del agua última,
tendida
a lo largo del sol.
Pero es que todo
quiere ser primitivo en mi
morada,
y ese día postrero, y ese
dulce
recuerdo de una voz,
aventurados
dentro de mí, definen la
agonía
de estar siempre llegando a
algún principio,
de quemarme mirando las
estrellas.
Último ser, ¿qué queda del
silencio
tan dedicado a ti, por si la
muerte?
(de AQUÍ QUEMA LA NIEBLA, 1986)
Y mira, María, lo que son las cosas. Que llego del tanatorio de velar a la madre de mi mujer -gran señora, educada, cordial, un ángel, para sus hijos y para todos nosotros- y preparándome para el entierro de mañana, encuentro este maravilloso poema tuyo, y me pregunto: ¿Hay algo más alla de lo material que guia nuestros pasos, algo que nos induce, que nos guia hacia nuestro destino? Espero que Noviembre acabe pronto; cómo echo de menos la primavera. Gracias. Un saludo.
ResponderEliminarQuerido José Luis: Siento mucho la pérdida de tu suegra, una mujer ejemplar como bien describes. Yo, como creyente, sé que estamos hechos para la vida, no para la muerte, y por eso mantengo la esperanza en lo definitivo. Un abrazo.
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