JAZMINES
Parecía
la tarde
más
blanca por mirarme en su perfume,
más
vaporosa aún que cualquier pétalo
hecho
espejo de tímidas estrellas.
Era
que un jazminero
enjugaba
en mi piel su níveo llanto,
y
orillaba mi cuerpo con perfiles
de
frágil crestería.
Palidecía
el tiempo
antes
de convertirse
en
nocturnos rincones de tristeza,
antes
de que la tarde recortara
su
blancor sobre el púrpura
que
teñía la luz de los sentidos.
Era
que unos jazmines,
torrente
inmaculado,
presagiaban
el alba de mis sueños.
(de JARDINES DE MURILLO, 1989)
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