viernes, 5 de octubre de 2012


    
 

                AIRE 
 
                                                                     - Aria -
 
A pesar de que el mar y la tristeza
no acaban de llevarse el día, sueño
con otra orilla prístina, lejana,
donde las aguas mecen partituras.
Una suite para olas,
olas de Bach,
que vienen y se alejan,
y vienen otra vez, constancia mística
junto a lo que no acaban de llevarse,
oh música azulada,
el mar y la tristeza.


                                             (de CONTEMPLACIONES, 1988)



Autora de una treintena de títulos, María Sanz recoge en Contrapunto los poemas escritos al amor de la música y publicados en aquellos. Hay quien necesita el silencio para escribir y quien precisa un zarandeo emocional que conturbe su pluma. Diré que mis primeros libros son, en buena medida, consecuencia de una sustancia neblinosa flagelada por la audición del Tristán de Henze y la Catorce de Shostakovich, entre otras infusiones melismáticas que acompañaban mi estruendosa oscuridad emocional. Los poemas de Contrapunto no son homenajes a músicos o a piezas musicales. La autora parece hablar de sí misma mientras oye el rumor de la armonía. La materia de su canto no es el compositor o la composición, sino su propia biografía íntima, una esquirla de la cual brota mientras escucha y escribe. No creo que la abundancia de poemas deícticos sea casual: el tú al que se dirigen es el yo que escribe, no el él que se está oyendo. Bramhs, Bach, Wagner, Malher... no son los autores de estos versos, sino testigos de su escritura. Un libro confesional es este, como la buena lírica, que gira alrededor de un yo personal que se pretende universal: ni siquiera cada poema es la impresión que produce la música, ni su causa, sino la excusa y llave para entrar impresionistamente en la propia identidad y escanciar el aljibe interior.

http://antoniograciaoniria.blogspot.com.es


No hay comentarios:

Publicar un comentario