AIRE
A pesar de que el mar y la
tristeza
no acaban de llevarse el día,
sueño
con otra orilla prístina, lejana,
donde las aguas mecen partituras.
Una suite para olas,
olas de Bach,
que vienen y se alejan,
y vienen otra vez, constancia
mística
junto a lo que no acaban de
llevarse,
oh música azulada,
el mar y la tristeza.
(de CONTEMPLACIONES, 1988)
Autora de una treintena de títulos,
María Sanz recoge en Contrapunto los poemas escritos al amor de la
música y publicados en aquellos. Hay
quien necesita el silencio para escribir y quien precisa un zarandeo emocional
que conturbe su pluma. Diré que mis primeros libros son, en buena medida,
consecuencia de una sustancia neblinosa flagelada por la audición del Tristán
de Henze y la Catorce de Shostakovich, entre otras
infusiones melismáticas que acompañaban mi estruendosa oscuridad
emocional. Los
poemas de Contrapunto no son homenajes a músicos o a piezas musicales. La
autora parece hablar de sí misma mientras oye el rumor de la armonía. La materia
de su canto no es el compositor o la composición, sino su propia biografía
íntima, una esquirla de la cual brota mientras escucha y escribe. No creo que la
abundancia de poemas deícticos sea casual: el tú al que se dirigen es el yo que
escribe, no el él que se está oyendo. Bramhs, Bach,
Wagner, Malher... no son los autores de estos versos, sino
testigos de su escritura. Un
libro confesional es este, como la buena lírica, que gira alrededor de un yo
personal que se pretende universal: ni siquiera cada poema es la impresión que
produce la música, ni su causa, sino la excusa y llave para entrar
impresionistamente en la propia identidad y escanciar el aljibe interior.
http://antoniograciaoniria.blogspot.com.es
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