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Dichosos los que pueden vivir de
su esperanza,
de anhelar sin desmayo el bien
interminable
cuando apenas hay tiempo de
creer en sí mismo.
Feliz quien amanece pensando que
ese día
encontrará argumentos para
reconstruirse
después de una victoria donde
todo se pierde.
Dichosos, sí, tranquilos
aquellos semejantes
a quienes hizo caso el Dios del
universo
por alzar su plegaria con fiel
heterodoxia.
A los que aún tenemos
conciencia, que nos digan
la verdad de otro modo, con otra
mansedumbre,
poniendo simplemente un límite
de culpa.
Más feliz todavía quien arde en
la tristeza
mientras alrededor hay dichas
apagadas,
sonrientes retratos hundidos en
la nieve.
Dichosos los que nunca pudimos
encontrarnos
porque la soledad fue dejándonos
ciegos
cuando ya no cabía merecer más
olvido.
En esta vida oscura, sin
bienaventuranza,
mis ojos abandonan su nitidez
probable
intentando creerse la luz de las
estrellas.
(de LOS PULSOS CARDINALES, 2010)
Felicité a la niña en tu nombre. A ti te felicicito por las cosas tan bonitas y tan buenas que escribes. Gracias.
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