V
I
Me quedo contemplando tu belleza
de sereno relieve, la apostura
con que envuelves un simple
movimiento,
esa sutilidad donde gravitas.
Tú eres un jardín soliviantado,
mariposa flamígera que escapa
de mis manos al sol. Oh, sí, tú
eres
celebración carnal de la
armonía.
Pero nada es creíble si no
llegas
a traspasarme mientras me
alimento
con la miel que gotea de tus
poros,
del maná de tu cuerpo
dehiscente.
Me quedo contemplándote,
sabiendo
que no estás a la hora de mi
vida,
una vida que aún no ha sucedido
sino a través de todo lo invisible.
(de LOS CIELOS TARDÍOS, 2009)
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